snickerdoodles

Las snickerdoodles son un tipo de galletas de azúcar hechas con cremor tártaro y bicarbonato,  rebozadas en azúcar y canela. Aunque en las recetas modernas, se utiliza la levadura química en lugar del cremor tártaro y el bicarbonato de sodio.

Son muy fáciles de hacer y se conservan muy bien durante varios días. Se caracterizan por tener la superficie agrietada y pueden ser crujientes o blandas según el gusto y el tiempo de horneado. Las bolas de masa rebozadas en canela y azúcar pueden ser aplastadas y entonces quedarán unas galletas finas y crujientes o bien pueden dejarse intactas para que se fundan dentro del horno  y quedarán unas galletas gruesas y tiernas. Existen muchas variantes para esta antigua receta y muchas preferencias en cuanto a su textura, pero todas conducen a una riquísima galleta de nombre extraño.

Hay muchas teorías al respecto del origen de su extraño nombre que van desde un posible origen germánico Schneckennudeln hasta la mera anécdota; un héroe de principios de 1900 llamado Snickerdoodle, pasando por una tradición de la región norteamericana de New England que consistía en poner nombres divertidos a las galletas.

Formaron parte del desayuno del curso del pasado 29 de Julio, junto con unos cupcakes de limón y frambuesa.
Sencillas y deliciosas, tendremos desayuno o merienda en menos de una hora.

Para su elaboración necesitamos,

- 300 gr de harina.
- 125 gr de mantequilla en pomada.
- 125 gr de azúcar.
- 1 huevo mediano.
- Una pizca de sal.
- Una cucharadita de pasta de vainilla.
- Una cucharadita de levadura.
- Azúcar y canela para rebozar.

Mezclar bien la mantequilla con el azúcar, la sal y la vainilla. Cuando estén bien integrados, incorporar el huevo y batir bien.
Añadir la levadura tamizada con la harina, formar una masa que no se pegue a las manos y guardar en el frío una media hora.
Preparar una mezcla de canela y azúcar al gusto y reservar.
Una vez fría, formar bolas y darles forma redonda entre las manos, pasar por el azúcar y la canela y estirar con un rodillo en forma circular entre dos papeles de horno.
Yo he preferido dejarlas finas y crocantes, pero pueden aplastarse con menor intensidad y conseguir unas galletas más blandas.
Meter en horno precalentado a 180º hasta que los bordes se doren ligeramente.
Enfriar sobre una rejilla y guardar en bote hermético.